lunes, 10 de marzo de 2014

Los niños de Fukushima luchan contra un enemigo invisible

Un doctor realiza un examen a la glándula tiroides a una niña de cinco años en una 
clínica temporal ubicada en un complejo habitacional temporal en Nihonmatsu, Japón
KORIYAMA, Japón (Reuters) - Algunos de los niños más pequeños de Koriyama, a corta distancia en coche de la devastada planta nuclear de Fukushima, apenas saben lo que es jugar afuera ya que el temor a la radiación los ha mantenido encerrados buena parte de su corta vida.

Aunque se han levantado los estrictos límites de seguridad para la actividad en el exterior tras las múltiples fusiones en la planta nuclear de Fukushima en 2011, las preocupaciones de los padres y los hábitos arraigados hace que muchos niños aún sigan sin salir.

El impacto empieza a aparecer ahora, cuando hay niños con falta de fuerza, de coordinación y aspectos emocionales como menos carácter, según educadores y autoridades.

"Hay niños que tienen mucho miedo. Preguntan antes de comer cualquier cosa '¿esto tiene radiación?' y les tenemos que decir que lo pueden comer", dijo Mitsuhiro Hiraguri, director de la guardería Emporium en Koriyama, a unos 55 kilómetros al oeste de la planta nuclear de Fukushima.

"Pero algunos realmente quieren jugar afuera. Dicen que quieren jugar en la arena y hacer pasteles de barro. Tenemos que decirles que no, que lo siento. Juega en la arena pero adentro", añadió.

Tras el terremoto y el tsunami de 2011, una serie de explosiones y fisiones causaron el peor accidente nuclear del mundo en 25 años, arrojando radiación alrededor de Fukushima, una zona agrícola conocida por su arroz, ternera y duraznos.


Un radio de 30 kilómetros en torno a la planta fue declarada zona sin acceso, forzando a unas 160.000 personas a salir de sus casas, en las que algunos habían vivido durante generaciones.

Otras zonas, donde la radiación no era tan elevada, tomaron medidas como sustituir la arena de los parques y las áreas de juego escolares, descontaminando espacios públicos como paseos y limitando el tiempo que los niños pueden jugar en el exterior.


"EVITAR TOCAR EL AIRE EXTERIOR"

En Koriyama, la ciudad recomendó poco después del desastre que los niños de hasta dos años no pasaran más de 15 minutos en el exterior al día. Los de 3 a 5 deberían limitar su exposición exterior a 30 minutos o menos.

Esos límites fueron elevados en octubre pasado, pero muchas guarderías continúan con los límites iniciales, en línea con los deseos de unos padres preocupados.

A una madre de un centro de juegos cubierto en Koriyama se la escuchó diciéndole a su hijo: "Evita tocar el aire exterior".

Incluso los niños de tres años conocen el término "radiación".

Aunque se vinculó el cáncer de tiroides en niños con el accidente nuclear de Chernóbil, Estados Unidos dijo en mayo que no se preveía que los índices de cáncer fueran a subir después de Fukushima.

Los niveles de radiación cerca de la guardería Emporium en Koriyama habían bajado a unos 0,12-0,14 microsieverts por hora, desde los 3,1-3,7 de después del terremoto, dijo Hiraguri.

Este dato es inferior de la media de seguridad en Japón de 1.000 microsieverts al año, pero los niveles varían de forma aleatoria, lo que hace que muchos padres están nerviosos sobre la idea de jugar en la calle.

"Intento que no salgan fuera y que no abran la ventana", dijo Ayumi Kaneta, de 34 años, que tiene tres hijos. "Compro comida de zonas fuera de Fukushima. Esta es ahora nuestra vida normal", agregó.

AUMENTA EL ESTRÉS EN LOS NIÑOS

Pero la falta de juego en el exterior está teniendo un efecto perjudicial en los niños de Koriyama, tanto física como mentalmente.

"Si lo comparamos con antes del desastre, se puede ver una caída en los resultados de fortaleza física y pruebas de capacidad, cosas como la fuerza para sujetar, correr y lanzar una pelota", dijo Toshiaki Yabe, funcionario del gobierno de la ciudad de Koriyama.

Un sondeo anual de la prefectura de Fukushima halló que los niños de la zona pesaban más que la media nacional prácticamente en todos los grupos de edad.

Hiraguri dijo que el estrés mostraba un incremento en los casos de peleas, discusiones e incluso sangrado de nariz repentino entre los niños, además de efectos más sutiles.

"Hay más niños que no están tan alerta en la respuesta a las cosas. No están motivados a hacer nada", concluyó.

Publicado
http://lta.reuters.com/article/worldNews/idLTASIEA2901E20140310