Irina Bokova,
con motivo del Día Internacional de Conmemoración
en Memoria de las Víctimas del Holocausto
27 de enero de 2014
Cada aniversario de la liberación del campo de
concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau nos sume de nuevo con espanto
en el recuerdo de las atrocidades cometidas por el régimen nazi y quienes
colaboraron con él. Ese colapso de los valores que constituyen el fundamento de
nuestra humanidad nos sitúa de nuevo ante la fragilidad de la paz y la urgencia
de consolidar los pilares de la tolerancia, del respeto de los demás y de los
derechos humanos.
Esta necesidad se impone en todos los países, ahora
y en el futuro. Auschwitz-Birkenau y su sistema industrializado de exterminio
representan una de las cumbres de la destrucción del hombre por el hombre. En
nombre de una ideología racista, cuyo eje central fue el odio a los judíos,
personas de toda edad y condición fueron asesinadas sistemáticamente a lo largo
y ancho de un continente solo por ser judías. A causa de su supuesta
inferioridad racial, de sus ideas o de otros motivos, varios millones más
fueron perseguidos y asesinados por los nazis y quienes colaboraron con ellos
durante la Segunda Guerra Mundial.
El genocidio del pueblo judío fue una aniquilación
de personas con la que también se pretendió destruir una herencia cultural
europea plurisecular. La UNESCO rinde homenaje a esas víctimas sin sepultura,
cuyo olvido equivaldría a condenarlas una segunda vez. Y recuerda también a los
supervivientes, algunos de los cuales comparten su testimonio en las escuelas.
Cuanto más se aleja de nosotros en el tiempo esta tragedia,
y a medida que los supervivientes desaparecen, mayor es la necesidad de enseñar
qué significa esta parte de la Historia para el presente. El Holocausto muestra
hasta qué extremos puede llevar el odio. Nos recuerda, además, que a la locura
de algunos a menudo le siguen la ignorancia y la indiferencia de otros, que,
por desconocimiento de la Historia, no aciertan a ver las señales que anuncian
la violencia radical. Este riesgo sigue existiendo. Con la negación y la
relativización de los crímenes del Holocausto se pretende perpetuar las causas
del genocidio y reavivar la violencia. Ante ello, la educación sigue siendo el
último baluarte tras el que hacerle frente y es ahí donde cobra todo su sentido
el mandato de la UNESCO.
El recuerdo debe ser el primer paso en un esfuerzo común por
impedir nuevos genocidios y la repetición de cualquier forma de violencia
colectiva. Para ello, la UNESCO se afana en ayudar a los Estados a que integren
sus problemáticas complejas en sus prioridades educativas, en ampliar la red de
Cátedras UNESCO sobre esta cuestión y en prestar apoyo para la elaboración y
evaluación de contenidos educativos.
Hago hoy un llamamiento a todos los Miembros de la UNESCO
para que profundicen en el conocimiento de esta parte de la Historia y luchen
contra todas las formas de racismo y antisemitismo. La enseñanza del Holocausto
es un medio concreto de combatir la intolerancia y los prejuicios en el mundo
entero y de apropiarse de una parte de la Historia que nos ilustra sobre
nuestra humanidad común.
La UNESCO nació al término del Holocausto con la convicción
de que una paz verdadera descansa en la comprensión mutua entre los pueblos y
las culturas, que se nutre de la educación y el intercambio de conocimientos,
todo lo cual apela a lo mejor de nosotros. El Holocausto nos ha mostrado lo
peor y el recuerdo de las víctimas debe acompañarnos en nuestra búsqueda de un
mundo en el que ya no tengan cabida horrores de esa magnitud.
Irina Bokova