Guatemala, 10 mar (EFE).- Harta de su "mal comportamiento", Mareleyn, una joven de 15 años de mirada dulce y una sonrisa tímida pero tierna, decidió dejar su casa y recluirse de "forma voluntaria" en un refugio. Un juez la envió al Hogar Virgen de la Asunción, el "hogar seguro" en el que murieron calcinadas 35 niñas. Ella, una de las que ha perdido la voz, recibe el último adiós de su familia.
Cuando María Antonia empezó a escuchar los primeros rumores de una tragedia en el centro de menores dónde estaba recluida su nieta, el cielo se le cayó encima. Apenas había salido el sol cuando la mujer, de 73 años y acompañada por sus dos hijas, puso rumbo al refugio. Casi con lo puesto.