La brutalidad es el signo característico de una buena parte
de los feminicidios ocurridos en los últimos años.
Una de cada cinco mujeres es asesinada directa y
literalmente a manos de su agresor
La violencia contra las mujeres es una forma de tortura, no
sólo por la crueldad y brutalidad de los actos que se infringen, sino por el
grado de sufrimiento y afectación sobre las víctimas, que en muchos de los
casos puede desencadenar en feminicidios, afirmó Pablo Navarrete Gutiérrez,
coordinador de Asuntos Jurídicos del Instituto Nacional de las Mujeres.
Durante su participación en el panel Violencia de Género:
Acciones para Prevenirla y Erradicarla, organizado por el ISSSTE, el
funcionario federal señaló que en los últimos años se ha registrado una extrema
crueldad y brutalidad en los actos de violencia contra las mujeres.
Señaló que mientras los homicidios masculinos se cometen con
armas de fuego, en el caso de las mujeres es más frecuente el uso de medios más
crueles, como ahorcamiento, estrangulamiento, sofocación, ahogamiento e
inmersión.
Se usan objetos cortantes tres veces más que en los
asesinatos de hombres y la proporción en que las mujeres son envenenadas o
quemadas con sustancias diversas o con fuego triplica la de los varones. Una de
cada cinco mujeres es asesinada directa y literalmente a manos de su agresor,
señaló.
Por ello, dijo, la violencia contra las mujeres debe
considerarse una forma de tortura, si tenemos en cuenta la severidad de la
acción y la afectación física o mental que ésta tiene sobre la víctima.
En este sentido, Navarrete Gutiérrez recordó el voto
concurrente de la jueza Cecilia Mediana Quiroga, entonces presidenta de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la sentencia del caso Campo
Algodonero vs México, en el que hace una interesante reflexión jurídica sobre
este tema.
Hay tortura porque se configuran tres elementos: el
sufrimiento o dolor severos, físicos o mentales, ya sea por acción u omisión
del Estado; la intencionalidad del acto, y la motivación o fin del acto para
conseguir algo, señaló.
Considerar la violencia contra las mujeres como una forma de
tortura no es una aberración jurídica sino, por el contrario, una
interpretación más acorde con los estándares establecidos por tribunales
internacionales de derechos humanos que permitan reforzar la prevención, pero
sobre todo para la reparación del daño.