La dimisión de Sepp Blatter como presidente de la FIFA, el organismo rector del fútbol, no es una solución para los épicos problemas que afrontan los organizadores de la Copa Mundial y de otros megaeventos deportivos.
Los problemas (no relacionados a la corrupción) de laFIFA son muchos. Los trabajadores migrantes no deberían tener que trabajar bajo un sol de muerte para construir estadios monumentales: ningún amante del deporte quiere ver un partido desde un asiento cuya construcción costó la vida de un trabajador. Los patrocinadores no deberían acceder a promocionar partidos en países represivos que amenazan o encarcelan a las voces críticas. Los periodistas no deberían ser golpeados ni metidos en prisión por informar sobre los abusos relacionados a la Copa Mundial. A las mujeres no se les debería prohibir ver un partido de fútbol.
Quienquiera que retome las riendas de la FIFA debería actuar con rapidez para acabar con los abusos contra los trabajadores migrantes que levantan la infraestructura para la Copa Mundial de 2022 en Qatar, donde están sujetos a un opresivo sistema de patrocinio conocido como kafala. El nuevo liderazgo también debería insistir en que, antes de la Copa Mundial de 2018, Rusia impida la desenfrenada explotación laboral que el gobierno toleró durante años antes de los Juegos Olímpicos de Sochi del año pasado.
Es necesario poner fin a la reciente tendencia de líderes represivos que desean organizar megaeventos deportivos . China, Qatar, Rusia, Azerbaiyán y Kazajstán quieren albergar competencias globales porque eso les brinda la oportunidad de pulir su reputación y desviar la atención mediática de los problemas internos.
La FIFA y el Comité Olímpico Internacional supervisan hasta el último detalle los preparativos para sus eventos deportivos, pero no se toman la molestia de examinar quién será el anfitrión. Ambos deberían implementar evaluaciones de impacto sobre los derechos humanos.
Los nuevos líderes de la FIFA tienen tiempo para hacer lo correcto. Deberían insistir en que Qatar investigue yacabe con las muertes de trabajadores de la construcción y reforme su sistema kafala. Además, deberían exigir rigurosas inspecciones labores para asegurarse de que Rusia protege a los trabajadores que están construyendo las sedes de la Copa Mundial, además de insistir en que todos aquellos que trabajen en las fábricas que proveen materiales para los estadios – incluso presos— no sean víctimas de trabajo forzado, reciban un pago adecuado y estén protegidos de los abusos laborales.
En el deporte, pedimos que todo el mundo respete las reglas. Pero la triste verdad es que los anfitriones que no respetan los derechos humanos están violando las reglas sin ningún tipo de represalia, en materia de derechos laborales y libertad de prensa, mientras la FIFA los observa desde las líneas de banda. Esperemos que la renuncia de Blatter provoque ese cambio.