Ciudad de México, 11 de abril de 2016 (Agencia Informativa Conacyt). Síndrome de burnout, del quemado o de quemarse por el trabajo, desgaste profesional o agotamiento ocupacional, son algunos nombres que recibe el padecimiento que sufren ciertas personas por experimentar altos niveles de estrés en un medio ambiente laboral.
En años recientes, el síndrome ha recibido una amplia atención, sobre todo en variables como satisfacción en el trabajo, relaciones interpersonales, personalidad, así como la capacidad de enfrentar dificultades cuando hay problemas. En concreto, el síndrome se ha reconocido como un fenómeno significativo de la era moderna. A la fecha se trata de un síndrome no reconocido en clasificaciones psicopatológicas internacionales, como el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV) de la American Psychiatric Association, aunque ha sido objeto de múltiples estudios e investigaciones y presenta todas las características de un síndrome.
Según lo demuestra el estudio Escala mexicana de desgaste ocupacional (Emedo), realizado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a más de 500 profesionistas —bajo la coordinación del doctor Jesús Felipe Uribe Prado, doctor en psicología por la Facultad de Psicología de la UNAM y miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)—, individuos entre 25 y 40 años son quienes más padecen el síndrome del burnout; 100 por ciento de los encuestados presentó algún grado de estrés, mientras que 60 por ciento manifestó tener niveles altos de éste, así como daños físicos.
Por su parte, cifras de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) indican que México ocupa el primer lugar en estrés laboral a nivel mundial, con jornadas de trabajo excesivas y menos días de vacaciones al año que otros países: 500 horas más que el promedio en Estados Unidos, España, Francia, Alemania, Chile y Canadá.
El síndrome —que puede detectarse por estrés, cansancio físico y mental crónico, actitud fría y despersonalizada en la relación con los demás, deshumanización, cinismo y sentimientos de inadecuación a las tareas que se han de desarrollar— fue identificado inicialmente en personas que desempeñan trabajo de atención al público como médicos, enfermeros, docentes, policías, asistentes sociales, psiquiatras, psicólogos, etcétera; sin embargo, en la actualidad, el fenómeno ha evolucionado y da cabida a otras profesiones que están expuestas a los factores que lo desencadenan.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, Ignacio Alejandro Mendoza Martínez, doctor en ciencias administrativas por la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UAT) y miembro nivel I del SNI, dijo que el término “síndrome de burnout” es un constructo teórico que acuñó el psicólogo estadounidense Herbert J. Freudenberger, en 1974, para referirse a un alto nivel de estrés —que se considera patológico— en el que se experimenta desgaste y sentirse quemado por el trabajo. “A una persona quemada no la puedes ni tocar, está mal, enferma”, ejemplificó el investigador.
Consecuencias y posibles soluciones del síndrome
Diversos estudios han identificado síntomas en tres ámbitos: físicos, conductuales y emocionales. Los síntomas físicos suelen ser los primeros en aparecer, incluyen alteraciones cardiovasculares como hipertensión o enfermedad coronaria, fatiga crónica, cefaleas, alteraciones gastrointestinales como úlcera duodenal o colon irritable, mialgias, asma, insomnio, disfunciones sexuales, dismenorrea, etcétera. Las alteraciones conductuales pueden manifestarse a través de desórdenes alimenticios, abuso de drogas, fármacos y alcohol, conducción temeraria, tabaquismo, entre otras. Las alteraciones emocionales se presentan como irritabilidad, ansiedad, depresión, baja autoestima, desmotivación, dificultades de concentración, distanciamiento emocional, frustración, etcétera.
Pedro Antonio Sánchez Escobedo, doctor en psicología por la Universidad de Iowa y miembro nivel II del SNI, señaló que la literatura muestra que cuando una persona tiene síndrome de burnout, en ocasiones esto deriva en una depresión, que es el principal antecedente de suicidio. “El burnout por sí mismo te lleva a tener enfermedades, trastornos, pero no directamente al suicidio, pero cuando la persona tiene vulnerabilidad de tener un trastorno depresivo mayor, el burnout detona la depresión y la depresión sí puede llevar al suicidio”.
Mendoza Martínez, quien también es candidato al grado de doctor en administración (organizaciones) por la Facultad de Ciencias de la Administración de la UNAM, adscrito a la Universidad Anáhuac del Sur (UAS) y director del área de investigación en Khor de Stoopen & Human, expresó la importancia de concienciar a directivos de empresas de que el síndrome de burnout no sólo afecta al trabajador sino a la organización completa: clima organizacional, atención y servicio, cliente y, por último, la productividad. “Es una cadena con un enfoque —administrativo y psicológico— socioemocional: una persona que empieza por desgaste, cansancio, luego despersonalización y baja realización personal, va a enfermar a otras”. De acuerdo con el investigador, “el mexicano es muy comprometido cuando sabemos llegar a él; cuando no integramos un equipo ni somos buenos directivos, vas a tener todo en contra: menos compromiso y muchos problemas, mucho rencor. Es importante conocer la parte socioemocional de tu personal, sus emociones, respetarlo, tratarlo bien. Es un problema cultural, por eso también hay que meterse en la cultura del mexicano”.
Según Mendoza Martínez, existen teorías obsoletas para entender cuáles son los factores que desatan el síndrome del burnout en los mexicanos; es conveniente conocer o incluso crear nuevas teorías con base en las características del mexicano, que es diferente al estadounidense o al europeo. “La riqueza de nuestra cultura puede ser muy buena para sacar adelante las organizaciones. Tenemos mucha riqueza en la cultura, pero también muchos problemas, por eso tenemos que trabajar de manera multidisciplinaria”.
Como posibles soluciones básicas para combatir el síndrome del burnout, desde el enfoque personal, el investigador enfatizó en la importancia de llevar una vida saludable con prácticas como ejercicio, alimentación balanceada, descanso, asesoría de un terapeuta psicológico o, en su defecto, meditación u otras técnicas de relajación.