Stavanger, Noruega, 1 de agosto, 2016 (AP). Noruega quiere deshacerse de los coches a gasolina, planea alcanzar la neutralidad de carbono en 2030 y gasta miles de millones en ayudar a países más pobres a reducir sus emisiones. Pero al mismo tiempo se adentra cada vez más en el océano Ártico en busca de más petróleo y gas.
"Sabemos que esto es una paradoja", admite Vidar Helgesen, ministro noruego de Clima y Energía. "Hemos estado viviendo del petróleo y el gas. Pero no hay un país en el mundo que haya más por socavar la industria del petróleo y el gas que Noruega".
El montañoso país escandinavo, con cinco millones de habitantes, se debate entre su ambición de ser un líder mundial en la lucha contra el cambio climático y el reconocimiento de que su riqueza está vinculada a la dependencia global de los combustibles fósiles.
Esta aparente contradicción es especialmente llamativa en Stavanger, la capital petrolera de Noruega.
La localidad de la costa occidental es el corazón de la industria de alta mar que ha hecho del país el octavo exportador de petróleo y el tercero de gas natural. Con 875,000 millones de dólares procedentes del petróleo, el noruego es el fondo soberano más rico del mundo, y los hidrocarburos suponen el 40% de las exportaciones del país.
Pero pocos de esos combustibles fósiles son para consumo interno. Como el resto de la nación, Stavanger obtiene la mayoría de su electricidad de la energía hidroeléctrica.
Y las filas de autos Tesla manejados por los trabajadores petroleros que circulan las calles de Stavanger dan fe de los importantes subsidios gubernamentales al mercado de los coches eléctricos. Estos autos no pagan impuestos de importación, sus tasas son un 25% menores que los de los convencionales y la mayorías de las carreteras son gratuitas.
Cerca del 29% de los nuevos coches vendidos en Noruega son eléctricos o híbridos. El gobierno dijo en junio que su objetivo es alcanzar el 100% en 2025.
Helgesen señala que el ejemplo de Noruega se está extendiendo por el mundo, y las en su día escépticas automotrices invierten en tecnologías verdes y aceleran la transición para alejarse de los hidrocarburos.
En junio, legisladores forzaron un compromiso para que alcance la neutralidad de carbono en 2030, unos 20 años antes de lo previsto.
Noruega es también uno de los donantes más generosos a las iniciativas internacionales para mantener los bosques tropicales, que ayudan a luchar contra el cambio climático absorbiendo el dióxido de carbono emitido por la quema de combustibles fósiles. Ya ha destinado 1,000 millones de dólares a salvar árboles en Brasil y prometió invertir 350 millones anuales en la conservación de árboles en lugares como Indonesia y Guyana.
Pero se acusa al país de hipocresía medioambiental, financiando proyectos en el extranjero mientras permite que la industrial del petróleo y el gas lance cada vez más carbono a la atmósfera. Los planes para alcanzar la neutralidad de carbono incluyen comprar créditos en el extranjero para ayudar a reducir las emisiones.
De hecho, Noruega fue uno de los pocos países occidentales que aumentó las emisiones de carbono del país en 2015. Esto se debió principalmente al hecho de que los envejecidos campos petroleros del mar del Norte necesitan más energía para extraer sus reservas.