BEIJING (AP) — Después de cinco años en prisión y tres bajo arresto domiciliario, el abogado , especializado en derechos humanos, ya no podía más.
Con la ayuda de amigos, se le escabulló a los guardias que vigilaban su vivienda el 13 de agosto y se refugió en la casa de un desconocido que le hizo bolas rellenas de carne de cerdo, la primera comida en serio que tuvo en años.
La libertad de Gao duró poco. En menos de tres semanas la policía ya sabía que estaba en la ciudad de Jiexiu, en la provincia de Shanxi. Lo buscó casa por casa hasta que lo encontró, según dijo a la Associated Press Li Fawang, un simpatizante que lo había ayudado a escaparse. Se desconoce ahora su paradero.
El episodio refleja lo que algunos activistas describen como un grave deterioro de la situación de los derechos humanos bajo el gobierno del presidente Xi Jinping, quien se afianzó en el reciente congreso del Partido Comunista como el líder chino más fuerte en una generación.
La economía china sigue floreciendo lo mismo que la influencia de Beijing en el mundo, y Xi está más convencido que nunca de que el país necesita un sistema autoritario, de un solo partido, según analistas. Al mismo tiempo, aumenta el malestar de los jóvenes con la política y el PC se esfuerza por reinsertarse en la vida diaria de los ciudadanos.
“El panorama de los derechos humanos es sombrío y no vemos señales de que vaya a mejorar”, expresó Maya Wang, investigadora de la organización Human Rights Watch basada en Hong Kong, quien considera que el país vive su peor represión desde las sangrientas protestas a favor de la democracia en la Plaza Tiananmen de 1989. “Y sospechamos que no hemos tocado fondo”.
Wang y otros dicen que hay muchos arrestos en secreto y juicios a puertas cerradas, sin seguir los procedimientos de rigor. Las autoridades también parecen dispuestas a ignorar los problemas de salud que puedan tener los presos políticos, que son retenidos en condiciones muy duras, junto con reos peligrosos que los golpean y someten a otros abusos, de acuerdo con activistas.
El hecho de que el presidente estadounidense Donald Trump no mencionase el tema de los derechos humanos durante su visita de la semana pasada a Beijing, por otro lado, “le da al gobierno chino legitimidad cuando es uno de los peores violadores de los derechos humanos”, sostuvo Wang.
El gobierno rechaza estas acusaciones y afirma que maneja el país siguiendo las leyes. Al mismo tiempo rechaza el sistema pluripartidista y nociones occidentales como la de “derechos universales”. Dice que esas ideas pueden socavar la sociedad china y comprometer los logros económicos de los últimos tiempos.
El estado de cosas empeoró después del congreso del PC, de acuerdo con la activista Wu Yuhua, también conocida como Ai Wu y quien vive en Tailandia.
“Las condiciones se están deteriorando, los prisioneros de conciencia sufren torturas, degradación, hostigamiento y discriminación”, sostuvo Wu. “Soy muy pesimista respecto a las perspectivas de los derechos humanos en China”.
Para muchos activistas, la muerte en julio del premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo de cáncer de hígado cuando estaba detenido fue un duro golpe. Liu, quien cumplía una condena de 11 años por incitar a la subversión, era un símbolo de coraje y del ideario democrático en China.
Su viuda Liu Xia estuvo virtualmente confinada a su casa en Beijing cuando Liu estaba vivo, a pesar de no haber sido acusada de nada. Desde su muerte, no ha tenido casi contacto con sus amigos ni su familia y las autoridades no dicen dónde está.
Otros casos menos conocidos pintan el mismo panorama.
El escritor y activista de la causa de los derechos humanos Yang Tongyan falleció este mes a los 56 años, después de ser excarcelado bajo palabra por razones médicas en agosto. Ya había estado preso diez años por criticar la represión del 89.
La muerte de Yang revela “una alarmante falta de transparencia en relación con la muerte de activistas liberados por razones médicas”, expresó Amnistía Internacional, que mencionó también el caso del activista Cao Shunli, fallecido por problemas de salud en el 2014 después de que se le negó atención médica.
Los familiares de los activistas también son blanco de la represión.
Un hijo adolescente de la abogada Wang Yu no ha podido salir del país y tuvo que abandonar sus planes de estudiar en Australia, según su padre. Wang fue detenida durante una redada de abogados y otros activistas el 9 de julio del 2015. Se la excarceló pero estaba bajo fuerte vigilancia.
El estado de Gao, de 53 años, preocupa a los activistas. Gao alcanzó proyección internacional por defender a integrantes del movimiento espiritual Falun Gong y los derechos de los campesinos. Denunció públicamente que había sido torturado en la cárcel y eso parece haberlo convertido en blanco de nuevos abusos.
Al ser liberado en agosto del 2014 apenas podía caminar o hablar. Años de abusos y mala nutrición le hicieron perder varios dientes y estaba bajo una dieta líquida.
“Lamento no haber podido protegerlo”, dijo Li, el amigo que ayudó a Gao a escapar fugazmente de sus captores. Li estuvo arrestado más de un mes tras la nueva detención de Gao. Otro amigo que colaboró en la fuga, Zhao Chongguo, sigue bajo custodia.
“Xi está decidido a controlar la sociedad a cualquier costo y no le importa lo que digan los demás”, declaró el activista Hu Jia, quien vive bajo estricta vigilancia en Beijing. “Su objetivo es preservar el gobierno del PC y si alguien exige libertad, pierde su libertad”. China