1942, Trabajando en una fábrica de aviones |
Las mujeres están surgiendo como una fuerza importante para el cambio. Los países que han invertido en la educación de las niñas y han eliminado las barreras legales que impiden a las mujeres alcanzar su potencial ahora están viendo los beneficios.
Tomemos como ejemplo a América Latina. Más de 70 millones de mujeres se han unido a la fuerza laboral en los últimos años. Dos tercios del aumento de la participación de las mujeres en la fuerza laboral en las últimas dos décadas se pueden atribuir a una mayor educación y al hecho de que las mujeres se casan más tarde y tienen menos hijos. Como resultado, entre 2000 y 2010, los ingresos de las mujeres contribuyeron a reducir la pobreza extrema en la región en aproximadamente un 30 %.
De hecho, para que los países puedan salir de la pobreza, debe existir igualdad tanto para las mujeres como para los hombres y se deben ampliar aún más las oportunidades para ambos. Pero para llegar a ese punto, es necesario que abordemos tres temas.
En primer lugar, los índices de violencia contra las mujeres siguen siendo demasiado altos. Se estima que más de 700 millones de mujeres en todo el mundo han sido objeto de violencia de parte de su marido o pareja. La violencia doméstica acarrea un gran costo para las personas, pero también tiene impacta de manera significativa en las familias, las comunidades y las economías. Tiene un efecto negativo en la productividad que cuesta, por ejemplo, a Chile hasta un 2 % y a Brasil hasta un 1,2 % de sus productos internos brutos (PIB).
Muchas niñas y mujeres tienen poco control sobre su salud sexual y reproductiva. Si las tendencias actuales persisten, más de 142 millones de niñas serán obligadas a casarse durante la próxima década siendo aún niñas.
A veces, proteger a las mujeres de la violencia exige innovación. En Río de Janeiro, el Banco Mundial está trabajando con el Gobierno para mejorar el sistema de transporte urbano y hacerlo más seguro para las mujeres mediante la mejora de la iluminación, la existencia de baños para mujeres en todas las estaciones de metro, y la provisión de servicios como comisarías para la mujer, clínicas para la mujer, y tribunales de familia en algunas de las terminales principales. Una iniciativa similar se está llevando a cabo en Ecuador. En la región de los Grandes Lagos de África, otorgamos donaciones para que las sobrevivientes de violencia sexual reciban atención médica adecuada.
En segundo lugar, las mujeres y las niñas todavía no tienen las mismas oportunidades y luchan por tomar decisiones sobre sus propias vidas. Las brechas siguen siendo importantes, como puede observarse desde el caso de la agricultora en la región oriental del Congo que tiene demasiado miedo de trabajar sus campos debido a las milicias que saquean el área, hasta la joven trabajadora de Río de Janeiro que no está en igualdad de condiciones para acceder a los empleos mejor remunerados. A las mujeres se les suele pagar mucho menos que a los hombres al tiempo que también realizan la mayor parte del trabajo no remunerado en el mundo que consiste en cuidar a otras personas. A nivel mundial, no solo ganan menos sino que poseen menos bienes y es mucho menos probable que tengan acceso a servicios financieros y otros recursos que podrían aumentar la productividad. Si las mujeres tuvieran el mismo acceso a fertilizantes y maquinaria agrícola moderna, los países en desarrollo podrían aumentar la producción de alimentos entre 2,5 % y 4 %. En todo el mundo en desarrollo, más de un tercio de las jóvenes están desempleadas, y muchas no se animan a iniciar sus propios negocios o no pueden obtener el crédito para hacerlo. Marca una diferencia fundamental que en Colombia, por ejemplo, más de 1300 mujeres de regiones con altos niveles de violencia estén recibiendo capacitación y apoyo para iniciar pequeñas empresas.
Por último, los modelos de liderazgo y de roles pueden representar una diferencia. Recuerdo mi primera reunión con mi equipo directivo cuando me convertí en ministra de Finanzas de Indonesia. Yo era la persona más joven y la primera mujer en ocupar ese puesto. Todos los demás en la sala eran hombres. Supe entonces que tenía que trabajar más duro para demostrar que era capaz. Estoy segura de que muchas mujeres que han superado las barreras de la desigualdad de género han tenido experiencias similares.
Pero las mujeres de todo el mundo siguen estando muy poco representadas en la toma de decisiones: son menos del 22 % de los parlamentarios y menos del 5 % de los alcaldes en el mundo. En enero de 2015, solo 10 mujeres eran jefas de Estado y 15 eran jefas de Gobierno.
Podemos mejorar. Y debemos hacerlo. Las mujeres pueden aportar diversos puntos de vista en la formulación de las políticas y aportar inclusión en las políticas. Cuando las madres reciben mayor educación, tienen menos hijos e hijos más sanos. Estudios en todo el mundo, desde Bangladesh y Brasil hasta China y el Reino Unido, muestran que cuando las mujeres ganan dinero y tienen más control sobre los gastos domésticos, lo usan de maneras que benefician a los niños. Las mujeres son poderosas generadoras de crecimiento y formidables luchadoras contra la pobreza. En otras palabras, son una fuerza que ningún país, ninguna sociedad, ninguna empresa, y ninguna familia puede permitirse el lujo de no aprovechar plenamente.
Sri Mulyani Indrawati es directora gerente y oficial principal de Operaciones del Banco Mundial. Fue ministra de Finanzas de Indonesia entre 2005 y 2010.