New Rochelle (EE UU.), 11 mar (EFE).- "Entonces... acaba de volver de un viaje, tiene fiebre y quiere hacerse una prueba del coronavirus. Le llamo en cuanto sepa algo", dice antes de colgar el teléfono la secretaria del alcalde de New Rochelle, en el estado de Nueva York.
En el ayuntamiento de esta localidad, situada a 30 minutos de Manhattan, no dejan de recibir llamadas de vecinos preocupados ante la inminente imposición de medidas extraordinarias para intentar contener la expansión del COVID-19 en el mayor foco de la enfermedad en la costa Este de EE.UU.
"Ayer se anunció una cosa llamada zona de contención. Es una área de una milla (1,6 kilómetros) de radio donde las grandes reuniones estarán prohibidas. Pero no es una zona de exclusión o de cuarentena estricta. La gente puede seguir entrando y saliendo", asegura a Efe en su despacho Noam Bramson, el alcalde de New Rochelle, después de saludar chocando su codo como medida de precaución.
Como muchos vecinos del municipio, Bramson se ha visto afectado por el coronavirus y las medidas de contención. Su madre está internada en un centro de la tercera edad en el que se han prohibido las visitas y sus dos hijos se han visto afectados por el cierre de tres centros educativos en la zona cero, situada en el norte de New Rochelle, lugar donde residen la gran mayoría de los 121 casos detectados en el condado de Westchester.
"Mi correo nunca había estado tan lleno, puedes escuchar los teléfonos sonar ahora, tengo cien mensajes sin contestar en mi teléfono. Hay hambre de información y estamos comunicándonos lo mejor que podemos", dice el alcalde, que entre llamada y reunión intenta atender a la prensa para mandar un mensaje de tranquilidad, también a la importante comunidad latina de la localidad.
A apenas 3 kilómetros al norte de la sede del ayuntamiento, Young Israel, la sinagoga ortodoxa epicentro del brote de coronavirus se encuentra cerrada a cal y canto. Aquí, a finales de febrero un abogado de 50 años participó en varios servicios religiosos antes de dar positivo por COVID-19 y se cree que contagió a numerosos parroquianos que a su vez extendieron el virus.
Desde entonces, la enfermedad se ha ido expandiendo en esta área residencial de casas bajas, porches y pequeños jardines en la entrada, conocida como Wykagyl, hasta que este martes el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, decidió imponer una "zona de contención" y enviar a la Guardia Nacional.
"Se espera que la Guardia Nacional llegue mañana. Estarán aquí para ofrecer apoyo logístico, principalmente, ayudar a distribuir comida a los niños que no van a acudir al colegio" y participar en tareas de desinfección, dice el alcalde antes de insistir en que "no van a participar en acciones militares ni en ningún tipo de acción policial".
A pesar de las medidas, Kitty, una anciana enfermera, ha decidido ir hoy a comprar al centro comercial situado a pocos metros del epicentro de la zona afectada y al igual que la mayoría de los pocos vecinos que se ven por la calles arboladas, no lleva ningún tipo de protección.
Mientras empuja su carro de la compra, asegura que no está en absoluto preocupada porque -según dice- la enfermedad no afecta a la gente sana, sino a personas que ya tienen problemas de salud respiratorios o cardíacos.
El director del centro comunitario Westcop, Daniel Bonnet, critica al gobernador de Nueva York por el anuncio de este martes de las medidas excepcionales en una rueda de prensa en la que presentó una foto de la Guardia Nacional marchando, dando la impresión de que New Rochelle se iba a convertir en una zona de guerra.
"Mucha gente pensó que iba a haber barricadas militares, pero lo que está haciendo (la Guardia Nacional) es tratar que la gente no vaya en grupo, que la gente que está en cuarentena, se quede, y evitar que se junte en eventos en ese lugar", dice Bonnet en un perfecto español, pues es hijo de colombianos.
Asimismo, comenta que el distrito escolar no estaba preparado para el cierre de las escuelas y agrega: "Muchos de nuestros estudiantes viven en este sector y son de bajos recursos, y ellos en las escuelas reciben comida gratis o de bajo coste".
En total, 2.800 de los 5.000 estudiantes que se quedarán sin clase por el cierre de los tres centros educativos situados en la zona afectada están necesitados, por lo que el centro Westcop se ha comprometido a entregar desayunos y comidas a estos niños durante las dos semanas que durarán las medidas extraordinarias.
"La Guardia Nacional, empezando mañana, son los que se van a encargar de repartir las comidas, pero en el distrito no estaban del todo seguros si eso va a pasar", comenta antes de subrayar que por este motivo el centro continúa con sus preparativos.
En la estación de tren de New Rochelle, Dorothy, una taxista de 67 años, tampoco se muestra angustiada por lo que está ocurriendo.
"No me voy a obsesionar por ello, porque si te preocupas por algo, entonces va a ocurrir y soy cristiana, así que se lo doy todo a Dios", explica, antes de insistir en que ni se pone mascarilla ni se inquieta por la posibilidad de que alguno de sus clientes pueda portar el virus, a pesar de que a penas dos kilómetros de donde espera nuevos clientes se ha identificado el segundo mayor foco de coronavirus de Estados Unidos. Sociedad